¿Una genialidad o una porquería? La última cinta de la saga Star Wars ha divido a los fans con un espectro amplio de distintas opiniones. Es la continuación directa de ‘El despertar de la Fuerza’, pero esta vez la dirección está a cargo de Rian Johnson (‘Looper’) y no JJ Abrams (que volverá para dirigir el Episodio IX) y realmente se nota este cambio ya que no podría ser más distinta a su predecesora.
‘Los Últimos Jedi’ nos presenta una historia muy atrevida y diferente a las otras entregas, pero sin faltar homenajes a los momentos clásicos de la trilogía original. En el argumento del filme hay dos tramas separadas. Una que continúa la historia de la heroína y protagonista de la nueva trilogía Rey (Daisy Ridley) entrenándose con Luke Skywalker (Mark Hamill vuelve para interpretar a su personaje más icónico en una actuación más acertada y madura) para enfrentarse al villano Kylo Ren (Adam Driver). La otra trama que involucra a Finn (John Boyega) y a Rose (Kelly Marie Tran) es bastante menos interesante, alarga el filme de una manera innecesaria y al final del filme no aporta nada para el desarrollo del clímax final.
En definitiva, el Episodio VIII es una película competentemente dirigida con una buena banda sonora, efectos especiales fantásticos y escenas muy emocionantes (sobre todo para los fans) pero aún así resulta decepcionante por el hecho de que esta nueva trilogía parece otro producto más de Disney y no una obra de un autor (como la trilogía original de Lucas). Johnson y Abrams trabajaron completamente separados en sus respectivos filmes y no hubo una puesta en común hacia dónde se dirigía la historia de la saga y eso repercute en una narrativa inconsistente y un futuro más borroso para el siguiente capítulo.
Lo bueno: escenas con Rey y Kylo Ren, y la actuación de Mark Hamill.
Lo peor: el humor de Disney y la falta de visión para el futuro de la saga.
Nota: 6,5/10
Escrita por Fernando
Distribuida por Walt Disney Spain Estreno en 414 cines
Viviendo la vida con Barry Seal. Una vida aparentemente perfecta con família, dinero, una buena casa donde vivir, relaciones sociales importantes y trabajo fijo. Esta es la vida real de Barry Seal, un piloto de aviones que pasó a ser trabajador de la CIA, traficante de droga y armas, más tarde formó parte de la DEA e incluso de la Casa Blanca.