
Solo Nos Queda Bailar
‘Solo Nos Queda Bailar’ sigue la senda de la excelencia con una historia de aceptación de enorme sensibilidad y luminosidad.
Título original: And Then We Danced
Dirección: Levan Akin
Guion: Levan Akin
Música: Zviad Mgebry, Ben Wheeler
Fotografía: Lisabi Fridell
Reparto: Levan Gelbakhiani, Bachi Valishvili, Ana Javakishvili, Giorgi Tsereteli, Tamar Bukhnikashvili, …
Fecha de estreno: 07/02/2020
País: Suecia. Duración: 113′. Género: Drama.
Distribución: Avalon. Cines: 57. Tráiler.
Sinopsis: explica la historia de Merab, un chico que lleva ensayando desde que era muy joven en la Compañía Nacional de Danza de Georgia con su pareja de baile, Mary. De repente, su vida da un vuelco cuando aparece el despreocupado y carismático Irakli y se convierte en su rival más poderoso, pero también en su mayor objeto de deseo. En una atmósfera conservadora, Merab se enfrenta a la necesidad de liberarse y arriesgarlo todo en el empeño.
Desde hace varios años, el cine de temática homosexual nos da al menos tres o cuatro títulos de películas estimables y Solo Nos Queda Bailar sigue la senda de la excelencia con una historia de aceptación, un coming-of-age, que dirían los cursis. El enamoramiento de los contrarios es explicado con sensibilidad y luminosidad. Momentos en el que la película vaga por las calles, haciendo coincidir amaneceres amables con luces cálidas en las que todo puede pasar, como cuando eres adolescente y el mundo está por descubrir. De esa manera, la película se demora en la explosión de este amor prohibido que, en un momento dado del metraje, implosiona de una manera torpe y candente.
Lo bueno ocurre cuando el trabajo actoral trasciende la pantalla y te hace sentir que estás viviendo en ese país en vías de desarrollo. En esa Georgia deprimida, de cortes de luz, vecinas cotillas y oportunidades escasas para sobrevivir. Como decía Hemingway en su famosa teoría del iceberg, la profundidad de la película está también en lo que no se cuenta. La vida de ese hermano bruto que al final no lo es tanto, la madre negligente y sus abandonos, o el peso de una herencia artística o el underground queer de la capital de Georgia. Trazos que el director Levan Akin pinta con maestría de buen director. Hay mil detalles que hacen esperar lo mejor de director y actores en el futuro. Se nota, se siente, Georgia está presente.
Digámoslo claro; ser gay en Georgia es una condena de muerte. Y dejar patente esta realidad es la que levanta y exalta hasta lograr casi la película perfecta la segunda parte del metraje. Utilizando el baile de modo narrativo (un baile masculino, sensual, hipnótico) empatizamos con la zozobra de las primeras emociones amorosas, la confusión de los sentimientos, la decepción, el intento de sustitución torpe y, finalmente, la afirmación para poder seguir viviendo. Todo ello culminado en un clímax final, en alto que nos recuerda lo que más nos gustó de Billy Elliot. Necesitamos más pelis que terminen en alto. Sobre todo para espectadores amantes del melodrama.
Lo bueno: Una dirección de mano firme y tacto sensible y unos actores en estado de gracia que bailan vestidos de georgiano o de calle.
Lo malo: Algunas escenas ligeramente morosas que hacen que no llegue al 10.
Nota: 9,5/10
Escrita por Victor Manuel Ruíz Novel.

