
Unamuno, Amenábar y el duelo a garrotazos (Parte 2)
Por: Alexandre Lavado i Campàs

Hace unas semanas publicamos la primera parte de un extenso artículo escrito por Alexandre Lavado que trataba sobre la figura de Miguel de Unamuno en la película Mientras Dure La Guerra de Alejandro Amenábar. En esta segunda parte se centra en el otro personaje clave: Francisco Franco.
Pasemos ahora a la segunda cuestión de importancia: el ascenso al poder de Francisco Franco. De hecho, el título de la película, Mientras dure la guerra, ya deja patente que este no es un aspecto menor de la narración dirigida por Amenábar. En primer lugar, es conveniente resaltar que Millán-Astray desempeña un papel mucho más relevante de lo que sería históricamente verídico. Podemos suponer que esto se debe a la intención de presentar a un personaje, el militar fascista, que terminará convirtiéndose en el principal antagonista de Miguel de Unamuno, el intelectual. Si nos atenemos a los hechos, el principal consejero de Francisco Franco fue su hermano Nicolás, quien aparece en la película en una posición secundaria. Como indica Ángel Viñas en su blog, el jefe de prensa y propaganda durante los meses en los que transcurre la película era el periodista Juan Pujol, no Millán-Astray, quien sería su sucesor. Otros personajes de importancia son el general Alfredo Kindelán, y el diplomático José Antonio Sangróniz Castro (que no aparece en el filme), ambos monárquicos y con importantes contactos militares que darían su apoyo a Franco.
Respecto al proceso de designación de Francisco Franco como Jefe del Gobierno del Estado también son menesteres algunos comentarios. En primer lugar, acerca de las sucesivas reuniones que tuvieron lugar a finales de septiembre de 1936, no es posible asegurar cuáles fueron los participantes ni qué palabras pronunciaron. De hecho, se especula que Millán-Astray no asistió a la segunda de las reuniones y tampoco se han conservado registros de ningún discurso suyo. En todo caso, es preciso desmentir que Franco no hubiera sido nunca herido por las balas enemigas, tal y como afirma el líder legionario. Lo fue, en 1916, en Marruecos, hecho que conllevó que le fuera extirpado un testículo.

Sea como fuere, Francisco Franco salió elegido Jefe del Gobierno del Estado en la segunda reunión del 28 de septiembre de 1936. Una semana antes, el día 21, se le había nombrado “Generalísimo”, coincidiendo con la batalla por el Alcázar de Toledo. Lejos de cómo se nos muestra en la película, Franco ambicionaba el poder absoluto desde incluso antes del golpe de estado de julio. En el filme de Amenábar podemos ver dos hechos significativos al respecto. En primer lugar, la decisión de Francisco Franco de auxiliar a los sitiados en el Alcázar de Toledo se basó en motivos políticos y personales. El general quiso dar un golpe de efecto liberando a los sitiados y proyectando una imagen de líder benevolente y comprometido con sus tropas, hecho que sirvió para dar un impulso a su carrera hacia el poder dictatorial, coincidiendo con las reuniones del alto mando militar que estaban teniendo lugar. Franco no quiso alargar la guerra deliberadamente, sino que tomó una decisión estratégica que permitió a los defensores de Madrid preparar una mejor defensa. No vamos a discutir aquí si realizó este truque de forma consciente o si consideró que no disponía de las tropas necesarias para la toma de la capital. En todo caso, la “limpieza de España” y el alargamiento premeditado de la guerra no eran los objetivos de los sublevados. De hecho, la documentación militar sitúa la mayor parte de asesinatos políticos en los primeros meses de la guerra, mientras que el temor al estallido de un conflicto europeo apremiaba a terminar el conflicto cuanto antes. La prioridad era ganar la guerra.
Otro aspecto relevante de las ambiciones personales de Francisco Franco es la adopción de la bandera monárquica como emblema de los sublevados. La ceremonia del cambio de bandera tuvo lugar en Sevilla el 15 de agosto del 1936, no en Cáceres como se cuenta en la película. Este hecho, que en un primer momento puede parecer trivial, sirvió a Franco para que los monárquicos, entre los cuales los ya citados Kindelán y Sangróniz Castro, le dieran un apoyo decisivo y determinante, dada su influencia. Otra cuestión de relevancia para explicar la carrera hacia el poder de Franco es el decidido apoyo material y logístico que recibió en Marruecos por parte de la Alemania Nazi y la Italia fascista, hecho recreado en la escena de los diplomáticos alemanes que se reúnen con el general. Este apoyo fue determinante para traer a la Península a un contingente militar profesional y bien equipado, hecho significativo para decantar la guerra en favor de los sublevados. En todo caso, estos hechos y muchos otros nos permiten poner en cuestión la imagen de Franco como un militar temeroso y, hasta cierto punto, “cortito”. Franco fue un personaje extremadamente calculador, cauteloso, muy hábil para explotar aquellas coyunturas que le eran favorables y capaz de esconder sus ambiciones personales tras un personaje construido en detalle por él mismo y su entorno.
Una vez nombrado Jefe del Gobierno del Estado y muertos los generales Mola y Sanjurjo, Francisco Franco se dedicó a la consolidación de un poder absoluto, reivindicando para sí toda la miríada de títulos de índole católica y militar que formaban parte del lenguaje común de una derecha fascistizada. El resto de su vida ya es otra historia.

Cerrando. La película de Alejandro Amenábar es, en el plano artístico, un meritorio ejercicio de memoria histórica y cinematográfica. Sin embargo, su pretensión política de reivindicar una tercera España, la que no se posiciona, juega al trampantojo con la historia del país creando una equiparación entre republicanos y franquistas muy cuestionable y presentista. En julio de 1936 se produjo un golpe de estado contra un gobierno legítimo salido de las urnas formado por republicanos de izquierdas y de centro, liberales, socialistas, nacionalistas vascos y gallegos y, en menor medida, comunistas. Los impulsores del golpe, unas derechas autoritarias y fascistas, fracasaron en su empeño y llevaron al país a una Guerra Civil que se justificó y sigue justificando con una larga y grotesca lista de sinsentidos y exageraciones como revoluciones inminentes, guerras salvadoras y problemas de orden público y político.
No. España no es un país fratricida por naturaleza. Ninguno lo es. Y Miguel de Unamuno, pese a su indudable talla intelectual y su compromiso liberal y demócrata, se encontró en la coyuntura más difícil y contradictoria de su vida: permanecer fiel a la República o dar su apoyo a un golpe de estado antiliberal y dejarse por sus convicciones conservadoras y el miedo a una revolución inexistente. Sin embargo, Unamuno se atrevió a rectificar. Allí, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca dilapidó lo que le quedaba de vida en nombre de la duda.
Para saber más:
A propósito de la película de Amenábar: http://www.angelvinas.es/?p=1894
Las elecciones de 1936 y el Frente Popular: el triunfo de la democracia frente a las alternativas autoritarias: https://blogs.publico.es/dominiopublico/19753/las-elecciones-de-1936-y-el-frente-popular-el-triunfo-de-la-democracia-frente-a-las-alternativas-autoritarias/
González Calleja, E.; Cobo Romero, F.; Martínez Rus, A.; Sánchez Pérez, F. (2015). La Segunda República Española. Barcelona: Pasado & Presente.
Rabaté, Colette; Rabaté, Jean Claude (2009). Unamuno. Madrid: Taurus.
Viñas, Ángel (ed.) (2012). En el combate por la historia. Barcelona: Pasado & Presente.

