
Divino Amor
‘Divino Amor’ es una experiencia estética que transciende toda convencionalidad, acompañada de halos distópicos y de una atmósfera difusa y oculta.
Título original: Divino Amor
Dirección: Gabriel Mascaro
Guion: Esdras Bezerra, Rachel Ellis, Gabriel Mascaro, Lucas Paraizo
Fotografía: Diego García
Música: Juan Campodónico, Kenny Santiago Marrero, Otávio Santos
Reparto: Dira Paes, Júlio Machado, Emílio de Melo, Teca Pereira, Mariana Nunes, Thalita Carauta.
Fecha de estreno: 26/06/2019
País: Brasil. Duración: 101 min. Género: Drama.
Distribuidora: Festival Films. Cines: 18. Trailer.
Sinopsis: explica la crisis espiritual de Joana, mujer devota entregada a Dios que intenta, a través de su trabajo como notaria, mantener la llama del amor en las parejas que acuden a ella para divorciarse. Y todo en un Brasil futurista y radicalmente evangélico, donde la religiosidad se practica en una esfera colectiva plagada de sutilezas y baños de éxtasis sensual.
Inquietante proyección futurista ambientada en el cercano año 2027, en la que la sociedad brasileña se ha puesto al servicio de Dios a través de la Fiesta del Amor Supremo, la burocracia y extraños servicios de oración espiritual por coche, mientras se produce la larga espera del advenimiento del final de los tiempos con la llegada del Mesías. Gabriel Mascaro imprime al film un ritmo lento y calmado, rayano en tintes sensuales al inicio, para teñirse veladamente en imágenes placenteras y en algo deliberadamente libidinoso después. Pero no importa, pues, como rezan las consignas del estado: “El amor verdadero nunca engaña. El amor verdadero comparte”.
El hilo argumental es unas veces plano y monocromático, y otras, saturado de imágenes cargadas de sensualidad y misticismo, siempre acompañado de esas bellas luces de neón que otorgan la idiosincrasia deseada por el director a la película y que el espectador agradece por sus sugerencias. Todo el peso de la trama recae sobre Joana (Dira Paes), actuación portentosa de la actriz brasileña que ejerce de elemento revelador de la hipocresía humana, pues, ante todo, tenemos que asumir que cuando la fe –esencia doctrinal de cualquier religión– se ha visto defraudada, pocos son sus practicantes, cuando hasta los más devotos se llenaban de ella, y es precisamente ahí donde radica la sutil e importante crítica de Mascaro.
El trato exquisito de la imagen ofrece al espectador una experiencia estética que transciende toda convencionalidad. Y ello acompañado de halos distópicos y de una atmósfera difusa y oculta, semejante a como los historiadores imaginan las ceremonias ritualísticas de la antigüedad o los cultos mistéricos. Así, se trata de un importante y rompedor drama brasileño, que tiene tanto de artístico que sorprende a propios y a extraños por ese contraste tan acogedor entre lo divino y lo mundano. Merecerá la pena seguir atento a los trabajos de Mascaro.
Lo bueno: la atmósfera distópica, su estética y la mezcla entre lo sutil y lo explícito.
Lo malo: en ocasiones demasiado lenta y sin ritmo.
Nota: 7/10
Escrita por Sergio Gavilán Escario.

